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Los wearables (del inglés «vestir» o «llevar puesto») son dispositivos que se incorporan en alguna parte del cuerpo del usuario e interactúan de manera continua con él y con otros dispositivos. En definitiva, se puede considerar wearable a todo dispositivo que incorpore un microprocesador y que se use a diario de manera integrada en el propio cuerpo. Las pulseras que monitorizan indicadores de salud o las zapatillas de deporte con GPS incorporado son usos comunes de este tipo de dispositivos, que empezaron a popularizarse en torno al año 2010. Un ejemplo paradigmático de wearables son los relojes inteligentes, como el Apple SDK Watchkit. Gracias a este lanzamiento se espera que la empresa cope dos tercios de mercado en 2015, por lo que tendrá una gran influencia en las aplicaciones que se desarrollen en el futuro. Otro esperado lanzamiento en este sector son las Google Glass, un dispositivo similar a unas gafas de realidad aumentada que permite añadir elementos virtuales al entorno. El sector consumo domina el mercado de desarrollo de aplicaciones para wearables, ya que en 2015 se prevé que solo un 10 % de las aplicaciones desarrolladas sean para su uso en empresas. Esta tendencia revertirá ligeramente en los próximos años, ya que para 2019 se espera que el uso empresarial suponga el 17 % de las aplicaciones. Aunque su importancia relativa sea menor, se trata de un sector crucial con grandes potencialidades para mejorar la competitividad y la productividad mediante dispositivos «vestibles». A medida que los wearables se integran cada vez más en el día a día de sus usuarios, también se incrementa la cantidad de información que generan. Pensemos, por ejemplo, en una pulsera que monitorice de manera constante el ritmo cardiaco y respiratorio de su usuario o en unas zapatillas que registren cada paso. Analizar esta información para extraer conclusiones sobre los patrones de conducta del usuario es una de las vías más interesantes del marketing del siglo XXI, pero resultaría imposible sin herramientas de tipo big data. Por ello, la evolución de estas dos tecnologías estará muy ligada durante los próximos años. La obtención continua de datos sobre los usuarios y el uso de herramientas sofisticadas para identificar patrones y predecir comportamientos también despierta preocupaciones sobre la privacidad. Durante el último Día Europeo de Protección de los Datos, celebrado el pasado mes de enero, la Agencia Española de Protección de Datos y la Comisión Europea celebraron una jornada sobre tratamiento masivo de la información centrada en los posibles riesgos del uso combinado del Internet de las Cosas y el big data. Según los expertos participantes, podría suceder que las aseguradoras aplicasen primas más elevadas a individuos sanos pero cuyos datos les hagan susceptibles de sufrir ciertas enfermedades en el futuro.Post relacionados:
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